sábado, 12 de enero de 2013

Estancado en casa

Ayer debería haber salido. Ahora todo el día aquí se me echa encima como un muerto. Pero procuramos quitarle importancia a esta sensación incómoda de estancamiento. La idea de la muerte ha venido otra vez. ¿Qué soy? Pues un inmaduro que no es capaz de soportar ningún problema. Les explicaré un poco mi historia.

Hace unos ocho años acudí por primera vez a mis padres asustado. Yo era bueno, las cosas me iban bien. Pero un par de decisiones erróneas (dejar el pequeño primer trabajo que tuve, no valorar nada de lo que había conseguido a esas alturas - muchos amigos, un pequeño grupo de versiones...) me llevaron al atolladero. Acudí a ellos después de un par de semanas de fumar marihuana sin parar: se me había encogido el pito y mi mente en su incertidumbre me dominaba por completo. Algunos decían que era un brote psicótico, otros que una depresión sin más.

Tuve suerte y salí de aquello. Pero en mi viaje de erasmus volví a fumar. Recaí y a la vuelta volví a ir al psicólogo. Me salió un trabajo y para entonces había vuelto a dejar el tratamiento que tenía. Volví a fumar hachís. Pero tenía suerte: aunque mis amigos empezaban a pasar de mí, tenía una novia maravillosa que me apoyaba y me quería. Se vino a vivir conmigo donde me salió el trabajo, en la playa. Aquellos fueron los dos años más felices de mi vida, aunque al principio aún me seguía quejando de la soledad.

Durante esos cuatro, cinco años, tomé una actitud muy ridícula. Después de mi primera crisis el orgullo me puso el culo en la cabeza y empecé a ir por la vida como si tuvieran que reconocerme lo mal que lo había pasado constantemente. Me cambió el carácter. Probablemente la ayuda de las drogas fuera inestimable a ese efecto. Traté mal a mi novia. Hice algunas cosas bien y aunque se me acabó el trabajo pudimos mudarnos, después de un tiempo con nuestros padres, a un pequeño piso en la ciudad. 

Terminé un máster, me harté de estar vagueando sin encontrar trabajo y decidí irme a probar suerte fuera. A partir de ahí comienza una historia de la que no sé los pormenores. Pero me separé de mi pareja y fue la última vez que compartiríamos cama hasta un día en el que tuve que volver porque había vuelto a fumar y unos repentinos celos me habían vuelto la cabeza del revés. A ojos de todos no podía seguir por ahí de esa manera, y yo tenía que estar otra vez cerca de mi novia porque estaba seguro de que la estaba perdiendo. Qué cosas, de haberme quedado aguantando, como un machote, sin decir nada de nada, sin quejarme, quizá estaría por ahí todavía, quién sabe.

En cualquier caso la noche que volví, después de pasar un rato con ella en la cama y con la cabeza completamente perdida, me asomé al balcón y decidí que terminaba con todo. Me subí a la barandilla y luego lo pensé mejor y me dije: "bueno, si me van a matar de todas formas, que tengan que buscarme". Así de mal estaba, convencido de que me querían matar por haberme portado mal con mi novia. De modo que corregí un poco la trayectoria de mi salto para darlo sobre el capó de un coche.

Esa es la historia, muy resumida y sin detalles. Han pasado ya más de diez meses desde entonces y aún no lo he superado. Ha sido durante esos diez meses durante los que más he tenido presente la idea del suicidio. Después de aquella barbaridad tardé bastante en recuperarme físicamente (aún no estoy igual que antes, pero supongo que ya nunca lo estaré, habiendo tenido muchísima suerte con el golpe). Mentalmente todavía me queda un pequeño empujón. Días como el de hoy no lo favorecen, los días de quedarse uno estancado en casa sin saber qué hacer.

He arruinado mi vida y los momentos de desesperación en los que quiero suicidarme son bastantes, pero también hay muchos en los que creo que puedo cambiar la situación. Hay situaciones peores, además. Y en última instancia la situación vital es algo siempre transitorio. Morirme me voy a morir, de una manera u otra. Así que quizá lo mejor sea que no me quede tanto tiempo encerrado en casa y me plantee la posibilidad de conseguir una vida nueva, sin repetir todos los errores que he cometido otra vez. Con lo que la vida trae de sufrimiento ya hay suficiente.

Estoy solo, he engordado un poco, y tengo el estado de ánimo un tanto bajo. 

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