Seguir dándole vueltas a si me mato o no es una pérdida de tiempo. Llevo unas semanas en las que sólo me dedico a eso. He dejado mis responsabilidades aparcadas, decidiendo que me dedicaba a eso a fondo. Aunque es cierto que he leído, visto y oído mucho sobre el problema del suicidio. Puede que aprender sobre el tema desde diferentes puntos de vista me ayude a desecharlo como opción.
Espero que sea el último día en el que vuelvo a sentarme con un cable atado al cuello, pensando si morir o no morir. Ahora mismo veo instantáneamente momentos en los que me alegro de no haberlo hecho. Pero también tengo esa sensación tan absurda que los que tienen tendencias suicidas entienden mejor: una vez que lo has decidido sientes casi la obligación de hacerlo. Como si estuvieras decepcionando a alguien por no matarte.
Me he encontrado por Internet con un librito, El suicidio: una decisión para siempre, de Paul G. Quinnett. Aunque algo simplón, es un buen libro de autoayuda que la verdad es que acierta bastante bien a coincidir con el problema del suicida ambivalente. Conecta bien con alguien que se encuentra en el filo de la navaja, decidiendo si sí o si no. Creo que hay muchos casos de este tipo. Ahora mismo me encuentro entre ellos y también, después de todos estos meses de agotamiento mental, entre los que quieren que la idea no se le pase más por la cabeza. Y es que una vez que te lo has planteado como una solución es difícil no volver a la idea una y otra vez.
Si estás en esta situación, espero que este blog pueda brindarte algo de información sobre el tema. Como mínimo, informándote, estás ganando algo de tiempo. Puede que estés leyendo acerca del suicidio, discutiendo sobre él, dejando mensajes aquí y allá. Quizá eso nos esté dando tiempo de vida, salvándola incluso.
Sé que dentro de mí hay una pulsión de vida fuerte. En la otra parte de la balanza está la pulsión de muerte. No tiene sentido ninguno tener una pulsión de muerte, pero lo cierto es que muchas personas sabemos lo que queremos decir cuando explicamos que la tenemos. Tenemos ganas de morir, de terminar con todo. Pero claro, eso es sólo también porque no estamos de acuerdo con cómo nos han salido las cosas. Eso es cierto. Tenemos que darnos cuenta, dentro de nosotros, de que la vida está para vivirla. Es nuestra responsabilidad. Querer resolver el problema es una cuestión individual. Es en esa soledad que tanto nos pesa en la que tenemos la oportunidad de decir que sí a la vida. Y lo digo con un horizonte de vida nada fácil ni bonito.
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